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prometiéndole volver al día siguiente, promesa que no cumpliría."
"Helvetius tenía intención de esperar el regreso del artista desconocido, pero su esposa, a quien habría informado sobre el extraño suceso, se mostró demasiado impaciente y quiso intentar la proyección sin más demora. Aguijoneó incesantemente a su marido para que hiciera por sí solo la operación, puesto que sabía ya cómo proceder. Cansado de discutir, Helvetius accedió y ordenó a sus ayudantes que encendieran fuego bajo un crisol. No tenía ninguna confianza en el éxito del ensayo, y sospechaba que aquel visitante —pese a sus palabras y a su aire digno— era un charlatán que, llegado el momento decisivo, había preferido recurrir a la huida. Si su mujer no hubiese insistido tanto, él probablemente se habría abstenido de hacer tal experimento, pues las razones aducidas por el extranjero para explicar su fracaso no le parecían nada convincentes. Se le antojaba absurdo que un poco de cera o papel preservase el valor transmutatorio de aquellos ínfimos polvos. Por todo ello, procedió al experimento sin la menor convicción."
"Buscó un viejo tubo de plomo y lo colocó en el crisol; cuando se hubo fundido, su mujer echó el polvo de proyección envuelto en cera. Entonces la materia entró en ebullición y se dejaron oír fuertes silbidos. Al cabo de quince minutos, la totalidad del plomo se había convertido en oro."
"Acto seguido, Helvetius refundió el oro para formar un lingote, que llevó sin tardanza a un orfebre vecino. Este lo probó con la piedra de toque y le ofreció cincuenta florines
por onza. Naturalmente, el médico no quiso venderlo y empezó a mostrarlo a sus numerosas amistades. El hecho se difundió muy pronto por toda La Haya y sus contornos, hasta tal extremo, que el maestro de pruebas y supervisor de moneda en Holanda, Maese Povelius, le hizo una visita para pedirle que permitiera revisar el oro hermético en los laboratorios oficiales, bajo su dirección. Se acordó hacerlo. Lo trató siete veces con antimonio, sin lograr hacerle perder peso; lo sometió a todas las pruebas esenciales con especial meticulosidad, pero se vio obligado a reconocer que, efectivamente era oro y de una ley jamás vista."
Hasta aquí el extracto que hemos entresacado de la obra del escritor J. Sadoul.
Todavía, en el British Museum, se puede apreciar un fragmento de Oro Alquímico. El catálogo afirma que fue producido en Bapora en octubre de 1814 ante la presencia del coronel Macdonald y del doctor Colquhoun.
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