Page 39 - La Noche del Destino
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violencia y contra toda justicia; a esos les está reservado un castigo doloroso.
41. Es sabiduría de la vida el soportar con paciencia y perdonar. 42. Aquel a quien Dios extravía, ¿cómo hallará otro protector? Ya verás cómo los malvados
43. Exclamarán, al ver los suplicios: ¿No hay ya medio de volver a la tierra?
44. Los verás conducidos ante el lugar del suplicio, los ojos bajos y cubiertos de oprobio; dirigirán miradas furtivas. Los creyentes dirán: He aquí a aquellos desgraciados que se perdieron a sí y a sus familias. El día de la resurrección, ¿no serán los malvados entregados al suplicio eterno? 45. ¿Por qué han buscado otros protectores distintos de Dios? Aquel a quien Dios abandona, ¿cómo volverá a hallar el camino? 46. Obedeced, pues, a Dios antes de que llegue el día en que ninguno podrá recular, cuando Dios lo haga comparecer. Ese día no tendréis asilo. No podríais negar vuestras obras.
47. Si se apartan con desdén, tú no eres su guardián, ¡oh Mahoma! Tú sólo estás encargado de llevar el mensaje. Si concedemos algún favor al hombre, se regocija; pero que le alcance una desgracia, retribución de sus propias obras, y blasfema.
48. El reino de los cielos y de la tierra pertenece a Dios. Él crea lo que quiere; concede a unos hijas, y da a otros hijos varones; 49. A otros les concede hijos de ambos sexos, hijos a hijas; hace también estéril al que quiere. Es sabio y poderoso.
50. No es dado al hombre que Dios le dirija la palabra; si lo hace es por medio de la revelación o a través de un velo.
51. O bien envía a un apóstol, a fin de que éste con su permiso le revele lo que Dios quiere.
52. Así es como te hemos revelado el espíritu por orden nuestra a ti que no sabías lo que era el Libro o la fe. Hemos hecho de él una luz con ayuda
de la cual dirigimos a aquellos de nuestros servidores que nos placen. Tú también dirígelos hacia el sendero recto;
53. Hacia el sendero de Dios, de aquel a quien pertenece cuanto hay en los cielos y en la tierra. ¿No volverán a Dios todas las cosas? (SURA 42 de El Sagrado Korán).
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