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las radiaciones caloríficas, alargan sus poros, extienden sus moléculas, aumentan de superficie y de volumen; en un cierto sentido se expande, un poco así como nosotros inmersos bajo la acción benéfica de los efluvios solares. No se puede negar que una reacción similar tiene una causa profunda, inmaterial, porque no se podría explicar, sin este impulso, cuál otra sería la fuerza que obliga a las partículas cristalinas a abandonar su INERCIA APARENTE. ESTA VOLUNTAD DEL METAL, o sea, SU MISMA ALMA, ha sido totalmente evidenciada por un bellísimo experimento realizado por Ch.—Ed, Guillaume. Una barra de acero calibrada y sometida a una tracción continua y progresiva y cuya potencia es registrada por medio de un dinamógrafo. Cuando la barra está para ceder, se manifiesta un estrangulamiento del cual se fija el punto exacto. Se suspende la tracción y se regresa la barra a sus dimensiones primitivas, para luego reiniciar el experimento. Esta vez, el estrangulamiento se produce en un punto diferente al primero. Continuando de la misma manera se observa que todos los puntos fueron experimentados sucesivamente y que todos comenzaron a ceder, uno después del otro a la misma tracción. Ahora, si se calibra por última vez la barra de acero y se vuelve a iniciar, desde el principio, se prueba que ahora se debe usar una fuerza muy superior a la primera para provocar la reaparición de los síntomas de ruptura. Ch.—Ed. Guillaume deduce de estas experiencias, con razón evidente, que el metal se comportó como hubiera hecho un cuerpo orgánico; él reforzó sucesivamente todas sus partes más
débiles y aumentó a propósito su cohesión para defender mejor su Integridad amenazada."
Veamos otro testimonio científico con relación a la Conciencia mineral.
Jagadis Chandra Bose, de cuya labor en el campo de la fisiología vegetal sólo dijo la Enciclopedia Británica, casi medio siglo después de su muerte, que se adelantó tanto a su tiempo, que apenas podía valorarse en su justo mérito, dejó un testimonio irrefutable al respecto:
"En 1899, Bose observó el extraño caso de que el radioconductor mecánico para recibir las ondas de radio perdía sensibilidad cuando se le usaba continuamente, pero recuperaba su estado normal tras un periodo de descanso. Esto le llevó a la conclusión de que, por inconcebible que pareciese, los metales pueden recuperarse de la "fatiga", de manera semejante a como recobran sus energías los animales e individuos cansados. En virtud de trabajos posteriores, comenzó a pensar que la línea divisoria entre los metales "sin vida", como se dice, y los organismos "vivos" era sumamente tenue. Pasando espontáneamente del campo de la física al de la fisiología, inició entonces un estudio comparativo de las curvas de la reacción molecular en las sustancias inorgánicas con las de los tejidos de los animales vivos".
"Con gran asombro y sorpresa, advirtió que las curvas producidas por el óxido magnético de hierro ligeramente calentado se parecían notablemente a las de los músculos. En ambas disminuía la reacción y la recuperación con el exceso de trabajo, y la fatiga consiguiente podía desaparecer en
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