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quemaduras y heridas. Cuando aplicamos los electrodos de nuestros instrumentos a la planta, ¿qué creen ustedes que ocurrió? En cuanto el que la había atormentado se le acercaba, el punzón grabador del instrumento empezaba a moverse frenéticamente. La planta no se ponía precisamente "nerviosa", sino que se asustaba, se horrorizaba. Si hubiese podido, se habría arrojado por la ventana o habría atacado a su verdugo. En cuanto éste se marchaba, y se ponía a su lado el hombre bueno, el geranio se apaciguaba, sus impulsos se desvanecían, y el punzón trazaba sobre la cartulina líneas tranquilas, podría decirse que hasta cariñosas".
I. Zabelín, doctor de ciencias geográficas y profesor de la Universidad de Moscú, expresó:
"Estamos comenzando nada más a comprender el lenguaje de la naturaleza, SU ALMA, su razón. El "mundo interior" de las plantas se esconde a nuestra mirada tras setenta y siete sellos".
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