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Mis caros hermanos, entiendan lo que es la Semana Santa: y la Semana Santa tiene siete días.
En los tiempos antiguos todo se regía por el calendario solar: Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter y Saturno.
Los días eran: Lunes, Miércoles, Viernes, Domingo, Martes, Jueves y Sábado. Desgraciadamente ese calendario fue alterado por las gentes fanáticas medioevales.
La Semana Santa es profundamente significativa. Recuerden los siete y los tres pasos de la Masonería. El Cristo debe arder primero que todo, en nuestro cuerpo humano. Más tarde la llama debe depositarse en el fondo del alma. Y por último, en el fondo del espíritu. Estos tres pasos a través de las Siete Esferas, son profundamente significativos. Obviamente estos tres pasos, básicos, fundamentales, se hallan contenidos en las Siete Esferas del mundo y del Universo.
Incuestionablemente la Semana Santa tiene raíces esotéricas muy hondas, porque el iniciado debe trabajar sobre las fuerzas lunares, y sobre las fuerzas de Mercurio, y con las fuerzas de Venus y del Sol, y de Marte, de Júpiter y de Saturno. El Logos, se desenvuelve en Siete Regiones y de acuerdo con los siete planetas del sistema solar.
La llama debe aparecer en el cuerpo físico, debe avanzar en el cuerpo vital, debe proseguir su camino por la senda astral, debe continuar su viaje por el mundo de la mente, debe llegar a la esfera de Venus en el mundo causal, debe continuar o proseguir su viaje por el mundo Búdhico o intuicional, y por último, en el séptimo día, habrá llegado al
mundo de Atman, al mundo del espíritu; entonces el Maestro recibirá el Bautismo del Fuego, que lo transformará radicalmente.
Obviamente todo el Drama Cósmico, tal como está escrito en los cuatro Evangelios, deberá ser vivido dentro de nosotros mismos, aquí y ahora. Eso no es algo meramente histórico, es algo para vivir ¡aquí y ahora!
Los tres traidores que crucificaron al Cristo, que lo llevan a la muerte, están dentro de nosotros mismos; los Masones los conocen, los Gnósticos también los conocemos: Judas, Pilatos y Caifás. Judas es el demonio del deseo, que nos atormenta. Pilatos es el demonio de la mente, que para todo tiene disculpas. Caifás, es el demonio de la mala voluntad, quien prostituye el altar.
Esos son los tres traidores que entregan al Cristo por treinta monedas de plata. Las treinta monedas representan todos los vicios y pasiones de la humanidad... cambian al Cristo por las botellas en la cantina, cambian al Cristo por el prostíbulo, o por el lecho de procusto, cambian al Cristo por el dinero, por las riquezas, por la vida sensual, lo venden por treinta monedas de plata.
Hermanos, recuerden que multitudes de personas, piden la crucifixión del Señor; todas esas multitudes gritan ¡Crucifixia! ¡Crucifixia! No son las de hace mil novecientos setenta y siete años ¡no! Esas gentes que piden la crucifixión del Señor están dentro de nosotros mismos. Repito ¡aquí y ahora! Son los agregados psíquicos inhumanos que en nuestro interior cargamos, son todos esos elementos psíquicos
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