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los intelectuales de la época. Cada vez que el Señor de Gloria ha venido al mundo, los intelectuales han estado en contra de él, ¡lo odian mortalmente!, porque no encaja dentro de sus teorías, significa un peligro para su sistema, para sus sofismas, etc.
Tercero, por los Sacerdotes, porque todos ellos ven en él un peligro, para su respectiva secta.
Así que en nombre de la Verdad les digo, que el Cristo es ¡tremendamente revolucionario! ¡Rebelde! Es el fuego que viene a quemar todas las podredumbres que cargamos dentro. Es el fuego que viene a reducir a cenizas, nuestros prejuicios, nuestros preconceptos, nuestros intereses creados, nuestras abominaciones, y hasta nuestras experiencias de tipo personal.
¿Creen ustedes acaso, que el Cristo podría ser aceptado por tantos millones de seres humanos que pueblan el mundo? ¡Se equivocan! Cada vez que él viene al mundo, se levantan las multitudes contra él, es la cruda realidad de los hechos.
De Semana Santa estoy hablando; digo en nombre de la Verdad y de la Justicia que sólo el "Fohat" ardiendo dentro de nosotros, podrá salvarnos.
Ninguna teoría, ningún sistema podrá llevarnos a la liberación; quienes pretendan quebrantar el Ego a base de puras teorías, con el frío intelecto ¡son seres meramente reaccionarios! ¡conservadores! ¡retardatarios! y marchan por el camino de la gran equivocación.
Esta Babilonia que llevamos dentro, esta ciudad psicológica que en nuestro interior cargamos, donde viven los demonios de la ira, de la codicia, de la lujuria, de la envidia, del orgullo, de la pereza, de la gula, etc., etc., debe ser destruida con el fuego.
Necesitamos levantar ahora dentro de sí mismos a la Jerusalém Celestial. Recuerden que los cimientos de la Jerusalém Celestial son doce.
Y que en cada uno de ellos, está escrito el nombre de algún Apóstol, los nombres de los Doce Apóstoles están en los doce cimientos. Esa Jerusalem debemos edificarla dentro de nosotros mismos. Mas solamente será posible algún día, en que con el fuego destruyamos a la Babilonia la Grande. La Madre de todas las fornicaciones y abominaciones de la Tierra; la ciudad psicológica que en nuestro interior cargamos. Cuando lo logremos, edificaremos a la Jerusalén Celestial, aquí y ahora, dentro de sí mismos.
Repito, la base de esa Jerusalem Celestial son los Doce Apóstoles. No me estoy refiriendo a los que vivieron hace mil novecientos setenta y siete años, que son meramente simbólicos, ¡no! Estoy hablando de los Doce Apóstoles que existen dentro de nosotros mismos. Las doce Partes del Ser auto-conscientes, e independientes, ellos son el fundamento de la Jerusalén que nosotros debemos edificar dentro de sí mismos,
La ciudad de Jerusalén tiene doce puertas y en cada una de las doce puertas, hay un ángel; que representa a cada uno de los Doce, dentro de nosotros mismos, Y las doce puertas son:
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