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Doce Perlas Preciosas, son Doce Puertas de Libertad, Doce Puertas de Luz y de Esplendor. Doce Poderes Cósmicos. Y la ciudad toda es oro puro. Sus calles y sus avenidas y sus plazas. El oro del espíritu que nosotros debemos fabricar en la forja de los Cíclopes.
No tiene la ciudad necesidad de lumbrera externa, o sol externo, o luna externa; porque el Señor es su lumbrera, es el fuego; y él arderá dentro de nosotros mismos.
El muro de la gran ciudad tiene: ciento cuarenta y cuatro — 144 — codos, si sumamos aquellas cifras entre sí: uno, más cuatro, más cuatro, tendremos: nueve — 9 — la Novena Esfera el Sexo, porque solo mediante la transmutación de la energía creadora, podrá arder el fuego en nosotros.
El tamaño de la ciudad es de doce mil — 12.000 — estadios y nos recuerda a los doce trabajos de Hércules, necesarios para lograr la completa realización íntima del Ser. Y nos recuerda a los Doce Aeones, nos recuerda los Doce Apóstoles.
Y en el centro de la ciudad está: el Árbol de la Vida, los Diez Sephirotes de la Kábala Hebraica: Kether, Chomah y Binah, con la corona Sefirótica: Chesed, Geburah, Tiferet, Netsah, Hod, Jesod y Malchut, las Siete Regiones del Universo. El Árbol de la Vida alegoriza a todas las Doce Grandes Regiones Cósmicas. ¡Dichoso el que llegue al Aeón Trece! Donde debe estar siempre Pistis Sophía. Dentro de la Jerusalén Celestial hallaremos también, a los Veinticuatro Ancianos, quien prosternados en Tierra depositan sus coronas a los pies del Cordero; ese Cordero inmolado es el
fuego que arde en este Universo, desde la Aurora de la Creación desde el amanecer de este Universo. Los Veinticuatro Ancianos son también veinticuatro partes de nuestro propio Ser; y el Cordero mismo, es el Ser de nuestro Ser.
Dichoso quien pueda alimentarse con los frutos del Árbol de la Vida ¡Porque ese será inmortal!, Dichoso aquel que puede alimentarse con cada uno de esos frutos. Aquel que pueda en verdad nutrirse con esa corriente de vida, que viene desde el Aeón Trece, hasta el cuerpo humano, porque jamás conocerá enfermedades, y se hará inmortal.
Pero para poder uno nutrirse con el Árbol de la Vida, necesitará antes que todo, haber eliminado los agregados Psíquicos; recuerden ustedes que los agregados Psíquicos viva personificación de nuestros errores, alteran al cuerpo vital, y éste alterado, daña al cuerpo físico; así surgen las enfermedades en nosotros.
¿Quién es el que produce las úlceras, no es acaso la ira? ¿Quién produce el cáncer, no es acaso la lujuria?
¿Quién produce la parálisis, no es acaso la vida materialista, grosera, egoísta y fatal?
Las enfermedades son producidas por los agregados psíquicos o demonios rojos de Seth, viva personificación de nuestros errores. Cuando todos los demonios rojos de Seth hayan sido aniquilados con el fuego, cuando nuestra mismísima personalidad haya sido quemada, entonces nos nutriremos con el Árbol de la Vida. La Vida descendiendo
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