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12— Antes de poder transmutar los metales, hay primero que reducirlos a su materia prima.
13— Así también, antes de que el hombre pueda redimirse de sus pecados y entrar en el reino de los cielos, hay que primero reducirlo a su materia prima, para luego transmutarlo en el hombre celestial de que nos habla San Pablo.
14— Por ejemplo, si yo tengo una estatua y quiero darle a esa estatua una forma absolutamente nueva, debo primero reducir esa estatua a su materia prima, descomponiéndola en los mismos elementos de que está compuesta.
15— Luego, con esa materia prima hago la estatua en forma absolutamente nueva, y totalmente diferente.
16— Así también, si queremos transmutarnos en Hombres Celestiales, en maestros de sabiduría, debemos reducirnos al Esperma de que fuimos formados, para elaborar el CRISTO, el Niño de Oro de la Alquimia Sexual.
17— Cambia las naturalezas y hallarás lo que buscas.
LA CONCIENCIA ATÓMICA SEMINAL
Cleve Backster, de quien hablamos en precedentes capítulos, hizo investigaciones científicas con partículas de esperma y comprobó que "Las células del esperma resultaron ser extraordinariamente capaces, porque parecían Identificar a su donante y reaccionar a su presencia, sin hacer caso a la de otros sujetos de sexo masculino. Estas observaciones parecen indicar que hay una especie de memoria total que llega hasta la célula, y en consecuencia, que el cerebro quizá no sea sino un mecanismo conmutador, no necesariamente un órgano para almacenar recuerdos".
Aclaramos aquí, que para los efectos de la Gran Obra, no se debe extraer ni tan siquiera una pequeña gota del esperma sagrado de nuestro organismo, pues estos procesos de transmutación se llevan a cabo dentro de nuestro propio laboratorio humano. Es gravísima la fornicación (eyaculación seminal en cualquier proporción o cantidad), como también el adulterio, para el alquimista: podría quemarse el laboratorio y arruinar la Obra de por vida...
Del párrafo inicial, sáquese esta conclusión: las células del esperma, su constitución atómica y subatómica, también tienen su propia conciencia. Y si la semilla del ser humano, es lo más selecto que hay en esta preciosa máquina, allí está también lo más selecto de la conciencia atómica.
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